La situación financiera de los bancos

BIS Quarterly Review  | 
15 de diciembre de 2008

(Texto extraído de las páginas 28-30 de la Presentación General del Informe Trimestral del BPI, diciembre de 2008)

Los bancos centrales de las principales economías avanzadas han intentado por distintos medios rebajar la presión sobre los mercados interbancario y monetario desde agosto de 2007. El resultado ha sido un cambio considerable en el tamaño, la composición y el perfil de riesgo de sus balances. Los principales bancos centrales han proporcionado más financiación a plazo a un mayor número de instituciones y a cambio de activos de garantía más variados que de costumbre. En algunos casos, han prestado fondos directamente a las instituciones más necesitadas y han adoptado otras medidas excepcionales para mejorar las condiciones de financiación en los mercados de crédito. En este recuadro analizamos cómo han repercutido todas estas medidas en la situación financiera de los bancos centrales.

En los primeros compases de la reciente crisis, aproximadamente hasta mediados de septiembre de 2008, estas medidas no ampliaron significativamente sus balances, aunque sí se produjo un cambio apreciable en la composición de su activo, al inyectar liquidez con más frecuencia y a más largo plazo de lo habitual (véase el Gráfico A). En algunos casos, incluso se amplió la gama de colateral admisible.

En Estados Unidos, la Reserva Federal alargó el vencimiento de sus operaciones de refinanciación. También elevó su volumen, lo que compensó reduciendo sus tenencias de títulos del Tesoro. Estos últimos los prestó en mayor medida a primary dealers a cambio de una amplia gama de valores menos líquidos, con el fin de inyectar liquidez en los balances de éstos a través de la Term Securities Lending Facility, sin efecto neto en las reservas bancarias ni en el tamaño de su balance. De forma similar, el Banco de Inglaterra (BoE), a través de su Special Liquidity Scheme, también permutó con sus bancos activos menos líquidos por otros con mayor liquidez. El BoE, junto con el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Nacional de Suiza (SNB), acortaron los plazos de sus operaciones de mercado abierto. Aunque el BCE y el SNB establecieron líneas de swap con la Fed para proporcionar dólares a bancos europeos, las cantidades acordadas fueron relativamente pequeñas y apenas se utilizaron sus facilidades permanentes de crédito.

Tras la quiebra de Lehman Brothers, muchos de los principales bancos centrales vieron crecer sus balances con fuerza al incrementar su presencia en los mercados monetarios. En apenas unas semanas, los activos de la Fed y del BoE se duplicaron con creces, mientras que los del BCE y el SNB crecieron más de un 30%. En el caso de la Reserva Federal, esta evolución se debió a sus préstamos directos a entidades bancarias e intermediarios financieros a través de sus facilidades habituales, pero también mediante canales nuevos, como el préstamo indirecto a los fondos del mercado monetario o la adquisición de efectos comerciales a través de sociedades de gestión especializadas (SPV), y reflejó además la utilización de sus líneas de swaps de dólares por otros bancos centrales. En Europa, también aumentó el recurso a las facilidades permanentes de los bancos centrales, aunque en menor medida. Sus balances crecieron sobre todo por el mayor volumen neto de sus operaciones de mercado abierto para inyectar liquidez en dólares y en moneda local, en su mayoría a plazo (véase el Gráfico B). También se celebraron más «subastas» a interés fijo con adjudicación plena y se incrementó el volumen máximo de las líneas de swaps en dólares y de otras operaciones similares para inyectar liquidez en esa moneda, que más tarde se hicieron ilimitadas. Entre finales de agosto y finales de septiembre, las líneas de swaps de la Fed con el BCE, el BoE y el SNB crecieron en más de 300.000 millones de dólares, la mitad de los cuales se destinaron al préstamo.

La correspondiente expansión del pasivo en los bancos centrales se produjo por distintas vías. En muchos casos, aumentaron las reservas de los bancos comerciales en el banco central, como ocurrió en el BCE, cuya facilidad de depósito creció con fuerza. Asimismo, numerosos bancos centrales adoptaron medidas para flexibilizar la gestión de sus obligaciones. En Estados Unidos, el Tesoro emitió más letras, cuyos ingresos, cercanos a los 500.000 millones de dólares, mantuvo en la Fed. Ésta, por su parte, comenzó a remunerar las reservas bancarias (en la actualidad, a una tasa equivalente al objetivo medio (mínimo) fijado por el FOMC para el periodo de mantenimiento (por encima) del coeficiente mínimo de reservas), lo que facilitó la ampliación de su balance a tasas de interés positivas. El BoE y el BCE estrecharon la banda entre las tasas de sus facilidades de préstamo y de depósito (de 200 a 50 puntos básicos el primero y a 100 el segundo). Además el BCE anunció un posible aumento de la tasa de los depósitos a una semana. Otros bancos centrales comenzaron a emitir sus propias letras, como el BoE, el Riksbank y el SNB.

Los avales públicos para deuda bancaria podrían frenar el crecimiento de los balances de los bancos centrales y reducir su riesgo. En la medida en que las facilidades con respaldo estatal ayuden a estabilizar los mercados, pueden animar a los proveedores de liquidez privados a prestar a los bancos, lo que permitiría al banco central retirarse del mercado gradualmente. Además, a medida que los bancos centrales comiencen a aceptar como colateral deuda respaldada por el Gobierno, también mejorará el perfil de riesgo de sus cuentas.

La mayor preponderancia de los bancos centrales en la intermediación financiera suele considerarse como una solución temporal a la interrupción de la financiación privada. Sin embargo, ni la mayor intermediación por el banco central ni los avales públicos han conseguido reactivar el préstamo interbancario ni devolver a la normalidad a los mercados monetarios. Sin duda, esto podría obedecer a las continuas limitaciones impuestas a los balances y al capital de los bancos, aunque también podría explicarse por las diferencias en el tipo de avales públicos concedidos en cada país y en su proceso de implementación. También podría estar evolucionando la gestión de la liquidez por los bancos, que se estarían alejando de los mercados de capitales. Por último, el mayor peso de los bancos centrales en la intermediación financiera podría desincentivar el regreso a escena de los bancos comerciales, que, al obtener financiación del banco central a tasas cercanas a la oficial y sin riesgo de contraparte, podrían no tener prisa por financiarse en los mercados. Además, la estrechez de los diferenciales entre las tasas objetivo de los bancos centrales y las que abonan sobre las reservas que superen el coeficiente mínimo también podría desanimar el préstamo interbancario. En cualquier caso, no está claro hasta dónde tendrán que seguir ampliando sus balances los bancos centrales, ni por cuánto tiempo.