Conclusión: la difícil tarea de reparar los daños

BIS Annual Economic Report  | 
30 de junio de 2008
PDF full text
(48kb)
 |  16 pages

Tras el auge de los precios de los activos impulsado por la rápida expansión crediticia, no deberían sorprender turbulencias en los mercados financieros, un menor crecimiento económico real y un aumento temporal de la inflación. En la coyuntura actual, las cuestiones principales que se plantean se refieren a la magnitud de cada una de estas tendencias y a sus posibles interacciones. Si bien resulta difícil de predecir, su interacción parece apuntar a que la desaceleración mundial será más intensa y prolongada de lo anticipado por la opinión de consenso. Al mismo tiempo, los factores inflacionistas, en particular en las economías de mercado emergentes, también podrían acabar resultando inesperadamente firmes y persistentes. Un factor previsiblemente relevante para las expectativas de inflación en todo el mundo es el comportamiento de los salarios, aunque en algunos países la depreciación de la moneda también podría ser bastante perjudicial para los precios nacionales.

Ante la amenaza que indudablemente representa la inflación actual, y con las tasas de interés oficiales en términos reales situadas en la mayoría de los países en niveles muy reducidos en comparación con el pasado, parecería adecuado que la política monetaria adoptara un sesgo restrictivo en todo el mundo. Dicho esto, las diferentes circunstancias de cada país, tanto presentes como previstas, impiden recomendar una única política con carácter general. Además, en caso de que la economía mundial se frenase bruscamente y las presiones inflacionarias cediesen, también se reduciría el sesgo restrictivo.

No obstante, en el entorno actual y previsto, debe tenerse presente que la reducción de tasas oficiales podría resultar muy poco eficaz tras el auge del gasto inducido por la expansión crediticia. En vista de los posibles efectos secundarios de dicha política, en especial el riesgo de fomentar mayores desequilibrios financieros y una asignación ineficiente de recursos reales, podrían preverse políticas de acompañamiento que evitasen sobrecargar la relajación monetaria. En ocasiones estaría justificado aplicar una política fiscal expansiva, pero en muchos países los niveles de endeudamiento actuales dejan escaso margen de maniobra. Por consiguiente, hay que dar prioridad a las medidas para reconocer y gestionar de forma oportuna y ordenada los problemas de pérdidas y de exceso de deuda, siempre que se cumplan ciertas condiciones.

Tal vez, la principal conclusión que cabe extraer de los retos actuales para las políticas es que habría sido mejor evitar desde el principio la acumulación de excesos relacionados con la expansión crediticia. En el futuro, esto podría intentarse estableciendo un nuevo marco de estabilidad macrofinanciera que se apoyase tanto en la política monetaria como en la regulación macroprudencial para contrarrestar el carácter procíclico del ciclo crediticio. Admitiendo que los ciclos pueden atenuarse pero no eliminarse, puede recomendarse una serie de medidas preventivas que permitirían gestionar de forma más eficaz los períodos de turbulencias financieras o de crisis.