La política monetaria en los países industrializados avanzados
La política monetaria se tornó menos acomodaticia en los países industriales avanzados durante el periodo analizado, aunque continuó fomentando la actividad. La Reserva Federal estadounidense volvió a subir su tasa de interés oficial a comienzos del periodo y, pese a la constante preocupación por el aumento de los riesgos inflacionistas, la mantuvo estable a continuación. El BCE redujo significativamente el grado de acomodación de su política ante la aceleración de la actividad, la disminución de la holgura de la capacidad productiva y el rápido crecimiento del dinero y del crédito. El Banco de Japón se sirvió de su nuevo marco de política monetaria de «doble perspectiva» para poner fin a la política de tasas de interés cero y decidir dos ligeros incrementos de la tasa oficial, aduciendo que la recuperación en curso había cobrado suficiente impulso, que los determinantes de la inflación subyacente se habían reforzado y que el mantenimiento de las tasas de interés en niveles cercanos a cero había elevado el riesgo de inversión insostenible a medio plazo. En las economías industriales avanzadas de menor tamaño con objetivos de inflación explícitos hubo un endurecimiento general de la política monetaria, al concurrir diversos factores externos e internos como el incierto panorama de la economía mundial, la menor holgura de la capacidad productiva, los altos precios de las materias primas, el robusto crecimiento de los agregados monetarios y crediticios y las fuertes entradas de capital.
Las señales de rápido crecimiento de los agregados monetarios y crediticios han suscitado considerable interés, pero existen divergencias de opinión entre los bancos centrales sobre sus implicaciones para la instrumentación de la política monetaria. Algunos de ellos asignan un papel destacado a los agregados, mientras que otros se muestran más escépticos al respecto. Hay mucho en juego en este debate. Otorgar demasiado peso a los agregados expone a los bancos centrales al riesgo de sobrerreaccionar y confundir al público sobre sus estrategias y prioridades, mientras que relegarlos a un segundo plano entrañaría el riesgo de reaccionar mal y tarde ante la inflación o de encontrarse con el paso cambiado ante eventuales fases de expansión y contracción de la economía. Aunque los asuntos que afectan a este debate distan de estar resueltos, la valoración actual de la función adecuada de los agregados monetarios y crediticios en la gestión de la política monetaria está ayudando a identificar mejor los riesgos que han de afrontar los bancos centrales en esta materia.