No dejemos que lo impensable se convierta en rutina, afirma el BPI en su 85º Informe Anual
«Es realmente preocupante que lo impensable amenace con convertirse en rutina», afirma el Banco de Pagos Internacionales (BPI) en su 85º Informe Anual, publicado hoy. En su principal análisis económico del año, el BPI insta a reorientar las políticas hacia el largo plazo, con el objetivo de retomar un crecimiento económico sostenible y equilibrado.
La economía mundial ha estado creciendo a tasas no muy alejadas de su promedio histórico. La caída de los precios del petróleo ha proporcionado un estímulo positivo y la apreciación del dólar ha desplazado el impulso de crecimiento desde economías más fuertes hacia otras más débiles. Aun así, la expansión mundial continúa siendo desequilibrada, los niveles de deuda y los riesgos financieros aún son demasiado elevados, el crecimiento de la productividad es demasiado lento y el margen de maniobra de la política macroeconómica ha seguido estrechándose.
El síntoma más palpable de estas tensiones son las tasas de interés, que globalmente han sido extraordinariamente bajas durante un periodo excepcionalmente largo, con relación a cualquier parámetro de referencia. En concreto, la caída de los rendimientos de la deuda soberana hasta niveles negativos no ha tenido precedentes y ha desafiado los límites de lo impensable.
Cada vez resulta más difícil comprender las causas subyacentes de estas tensiones. Una de sus principales razones, según el BPI, ha sido la incapacidad para dar respuesta a la interacción de la evolución financiera con el crecimiento y la inflación en una economía globalizada. Durante bastante tiempo, las políticas no han conseguido impedir la acumulación y el estallido de desequilibrios financieros enormemente dañinos, que han dejado profundas cicatrices en el tejido económico.
El Informe del BPI también analiza dos aspectos subestimados de este problema. Los auges financieros, al fomentar una asignación ineficiente de recursos, pueden minar la productividad, no solo durante los auges, sino también durante la crisis que dejan tras de sí. Además, el sistema monetario y financiero internacional ha amplificado estos desequilibrios financieros al diseminar las condiciones monetarias y financieras excepcionalmente favorables entre países que no las necesitaban.
«A menos que los problemas subyacentes se atajen de raíz, las medidas adoptadas pueden ser pan para hoy pero hambre para mañana», advierte el Banco.
Para subsanar estas deficiencias, se precisa «un triple reequilibrio de los marcos de política a escala nacional e internacional», hacia políticas que tengan más en cuenta el medio plazo, los factores financieros y los costes de la interacción de las decisiones centradas en el propio país.
En este reajuste, será fundamental recurrir menos a las políticas de gestión de la demanda y más a las políticas estructurales, con el fin de abandonar el modelo de crecimiento basado en el endeudamiento, que ha actuado como sustituto político y social de reformas orientadas a fomentar la productividad. El beneficio derivado del abaratamiento del petróleo brinda una oportunidad que no debe dejarse escapar. La política monetaria se ha sobrecargado durante demasiado tiempo, y aunque debe ser parte de la respuesta, no puede ser la única respuesta. De lo contrario, corremos el riesgo de que lo que hasta ahora resultaba impensable empiece a percibirse como la nueva norma.
Los resultados financieros del BPI, publicados asimismo en su Informe Anual, arrojan un balance total por valor de 216 800 millones de DEG (299 300 millones de USD) al cierre de marzo de 2015 y un beneficio neto de 542,9 millones de DEG (749,3 millones de USD).
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